Con la cabeza y el cuerpo
pidiendo a gritos unos días de descanso, me presenté en Les Angles, un pequeño
pueblo situado en los pirineos franceses. Y así debutar en la D3 francesa de
triatlón.
El domingo a las 3 de la tarde se
daba la salida a dicha cita, sobre el lago de Matemale. Por delante un triatlón
de distancia sprint, en un entorno precioso, en plena naturaleza.
La salida fue caótica. No
obstante, me las ingenié bien y me planté en primera línea de salida. Bocinazo
y al agua. La salida a tope como siempre, intentando evitar los temidos golpes.
Agarrones, golpes, puñetazos, una arrancada fuerte y consigo zafarme de los
golpes.
Por delante se van tres
triatletas. Hay un pequeño corte y me quedo en tierra de nadie, encabezando la
caza de los fugados. Los hombros me duelen y el sobreesfuerzo de la salida me
pasa factura. Mi ritmo decae un poco, pero compruebo que voy recortando
distancias con los escapados, por lo que me lanzo en su caza.
Encarando la última recta, los
tres escapados se desvían de la trayectoria, lo que aprovecho, y al llegar a la
última boya les doy caza.
Salgo en 4ª posición del sector
acuático.
Retomo la verticalidad, escucho
un “super Sergio, allez, allez”, y
afronto la primera transición. Mareos, dolor de cabeza, las piernas no
responden, menudo infierno. Encuentro mi Prestigio y a pedalear.
Enseguida formamos un grupito de
unos 5 integrantes, por delante, un triatleta se marcha en solitario.
Alcanzamos al fugado, pero a la vez somos engullidos por un gran grupo.
Mis sensaciones sobre las dos
ruedas son pésimas. La cabeza me duele a rabiar y las piernas me arden. Cada
aceleración del grupo se me hace agónico.
El grupo se cansa de ese ritmo
crucero, y comienzan las hostilidades. Son continuos los ataques, y es
imposible salir a todo. Las piernas no van como me gustaría y cedo. El grupo se
hace añicos, yo me reagrupo con otros 10 triatletas. Así hasta el segundo
cambio.
La segunda transición es
peligrosa. La lluvia, una carretera bastante mala y muchísimo barro en la
transición, que le dan un toque suicida a este nuevo cambio.
Me calzo las zapatillas y a
correr. Parece que los últimos kilómetros de bici me han servido para
recuperar. Las sensaciones ya no son tan malas y comienzo a reencontrarme.
Voy ganando posiciones, por lo
sufro cada metro, en busca de puestos delanteros. La ruta de la carrera a pie
se asemeja a una carrera de cross, de las que me gustan a mí, con barro y
continuos sube-baja.
Llego al punto de giro y veo que
hay un grupo de unos 5 triatletas bastante cerca. Cierro los ojos y a tope. Me
lanzo en su caza. Poco a poco, consigo alcanzarles.
Acelero un poco cada vez que
sobrepaso algún triatleta, intentando que no se peguen a mi estela. Da
resultado. Atisbo la línea de meta, últimos metros. Sufro. Veo cerca 3
triatletas, les doy alcance, me abro hacia un lateral y lanzo mi sprint.
Consigo sobrepasarlos, para
entrar en meta en 17 posición.
Descontento con mi carrera, sobre
todo con el sector de ciclismo, donde las piernas no me respondieron y mis
sensaciones fueron pésimas. Creo que la altitud del sitio me mató, ya que
llegué con mucha fatiga acumulada. Menos mal que conseguí arreglarlo con una
carrera a pie digna.
Muy agradecido al Billom Triathlon por darme la oportunidad de correr una prueba en el país vecino, y a todos sus integrantes por el trato recibido.
Saludos y kilómetros!